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martes, 22 de noviembre de 2011

Jueves - 10

Como siempre, Julya entró en clase a temprana hora de la mañana y ocupó el mismo sitio de todos los días. 
En la universidad no había reglas, no había ningún manual que determinara lo que estaba o no permitido hacer. ¡Faltaría más! Ya no somos niños. 
Los alumnos se respetaban unos a otros, así como el asiento que usaban. A Julya le gustaba comprobar que, los días que llegaba algo más apurada, su mesa la esperaba totalmente libre.
La puerta se volvió a abrir. Ella levantó un segundo la vista del libro y observó en silencio. Alex entró con su andar tan característico: cansado; como si soportara un peso que nadie pudiera ver. Saludó levantando un poco la barbilla y se tumbó sobre su mesa, estirando los brazos hacia el respaldo del asiento de July. Ella se estremeció de frío al verle vestido con una simple camiseta de manga corta.
¿Tienes las manos frías? —preguntó sin mirarla, con la cara pegada a la mesa de aglomerado.
Sí, claro respondió como si tal cosa.
Trae. 
Abrió las manos y se las ofreció, ella las aceptó sin dudarlo. Una tímida sonrisa asomó a los labios de Julya. ¡Es un cielo!
—Es verdad que siempre estás fría —comentó al mismo tiempo que la miraba a los ojos.
Ya lo sabes...
Cuando notó que las manos de Alex iban perdiendo calor, ascendió lentamente por los brazos. ¡Vaya músculos! =^^= Resultaba un poco incómodo estar así, sin hablar. Así que July terminó por apartarse y sentarse en su sitio.
—¡Gracias! —Y sonrió. 
Casi al instante notó cómo las puntas de los dedos se enfriaban. 
—Pocos chicos se dejan tocar porque siempre estoy helada. Normalmente protestan en cuanto les rozo, pero tú no... ¿Por qué?
—Soy lo contrario a ti: siempre tengo calor. Mi temperatura corporal tiene un grado más de lo normal.
—De ahí que vayas en camiseta aunque sea invierno, ¿no?
Alex asintió y luego esbozó una sonrisa.
—Por eso me vienen bien tus manos.
En ese momento llegaron sus amigos. Se fueron saludando y ella se levantó para dejarles pasar y ocupar los sitios contiguos al suyo -Xavier, Chris y Nathan, respectivamente-. Por último quedó Andrew, que se sentó a su derecha.
También vio llegar a Marlon, el inseparable compañero de Lex. July no lo soportaba, no podía ni verlo. Era arrogante, hipócrita, estúpido y feo, lo tenía todo; lo único "bonito" era su apellido. Lovely... Qué ironía.
Así que prefirió centrarse en unas vistas más interesantes, como la pizarra. Abrió su cuaderno, se apoyó en el respaldo y cruzó las piernas. Al instante sintió una leve punzada: un pinchacito pequeño, pero doloroso, en el cuello. Se llevó una mano a la nuca y miró hacia atrás. Alexander rió, juguetón, y le sacó la lengua. Volvió a pincharla con el portaminas en la mano.
—¡Quita! —exclamó ella en un susurro. Aunque luego sonrió, coqueta.
Esa clase de juegos no eran nuevos para ella... pero tampoco estaba acostumbrada a ellos. Al contrario, normalmente no solía congeniar con nadie tan rápido.
Sin embargo, sus ojos se toparon con el despreciable rostro de Marlon, que mostraba una sonrisa bobalicona. Julya suspiró, ahogando un bufido, y se dio la vuelta. Procuró no distraerse en ningún momento más, no fuera a toparse otra vez con la cara del orco.

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