- Autor: Charles Dickens
- ISBN: 978-84-2066-5634
- Alianza Editorial
- Año: 2012
- 1200 págs.
- Precio: 14,50€
Tal vez porque esté inspirada en experiencias propias, David Copperfield era, como confesó el propio Charles Dickens, su novela favorita de entre todas las que había escrito. En esta afortunada novela Dickens consiguió mezclar las dosis justas de melodrama y de comicidad, de crueldad y de ternura, a través de una amplia e inolvidable galería de personajes entre los que destacan, aparte del propio David, su vehemente y arisca tía Betsey Trotwood, los amables señores Dick y Micawber, siempre sin blanca, y el pérfido Uriah Heep.
Desde hacía unos meses tenía planeado llevarme un libro bien gordo a mis vacaciones porque suelo leer más rápido. Como tengo por norma no llevar ninguno de los míos para evitar que se estropeen a causa de la sal y la arena de la playa, tocaba hacer una visita a la biblioteca. Finalmente, elegí una edición desgastada, deshojada y maltratada de David Copperfield. Debido a su lamentable estado, mis paseos a la playa no podrían hacer mucho mal y, respecto a la historia, no podría haber escogido ninguna mejor.
Se nota que esta edición cuenta con una nueva traducción porque, si bien se nota la antigüedad del relato, no tiene la misma complejidad que encontré en Oliver Twist. En David Copperfield la trama avanza sin prisa pero sin pausa, repleta de hechos y anécdotas que te absorben sin apenas darte cuenta. Al ser una historia recordada, las descripciones las hace un David adulto que comparte con el lector sus recuerdos y reflexiones. Las descripciones son esmeradas, abundantes y nada cargantes.
Por supuesto, con un libro de tales dimensiones es imposible que no haya relleno. Durante un par de ocasiones (una sobre las 200 páginas y la otra sobre las 700 aproximadamente) la trama se estancaba y sufrí durante varios capítulos porque veía que volvían una y otra vez a los mismos temas. Por suerte, el resto del libro fluye magníficamente. Dickens tiene una forma de escribir muy característica y se percibe el cariño que siente por sus personajes, pero eso no le impide atormentarlos constantemente.
Por supuesto, con un libro de tales dimensiones es imposible que no haya relleno. Durante un par de ocasiones (una sobre las 200 páginas y la otra sobre las 700 aproximadamente) la trama se estancaba y sufrí durante varios capítulos porque veía que volvían una y otra vez a los mismos temas. Por suerte, el resto del libro fluye magníficamente. Dickens tiene una forma de escribir muy característica y se percibe el cariño que siente por sus personajes, pero eso no le impide atormentarlos constantemente.
Es una pena ver cómo la madre de David, una niña ingenua y frágil, es conducida por la ambición de un hombre cruel y deseoso de fortuna. Durante los primeros capítulos me ponía de los nervios cómo el asqueroso señor Murdstone manipula a Clara para que claudique con todo. Literalmente la somete hasta lograr que ella ceda por miedo. Y el pobrecito David, por amor hacia su madre, tiene que tragarse la rabia y las lágrimas para que ella no sufra. El único consuelo que encuentra es su niñera Peggotty, pero ésto también le dura poco tiempo.
En esa época ya se practicaba bullying y lo gracioso es que lo hacían padres y profesores, en lugar de los alumnos. No puedo creer que haya personas tan miserables capaces de aprovecharse de la inocencia e ingenuidad de un niño de ocho años. ¡Me cabreo sólo con pensarlo! No fueron pocos los capítulos donde la pena, la frustración y la impotencia me embargaban por completo. David sufre constantes injusticias y humillaciones y, el hecho de ser un niño, agrava la situación. La falta de edad era el principal impedimento para coger su maleta y largarse en busca de una vida mejor, lejos de los despreciables hermanos Murdstone. A este señor, tal y como lo describen, me lo imagino con el aspecto de Abraham Lincoln, pero mucho más joven de como aparece en los billetes de 5$.
En cuanto David acude a su tía Betsy se nota que termina un arco del argumento para dar paso al siguiente. Ahora David es feliz, estudia en un colegio acorde a su posición y conoce a gente de lo más variopinta: cogí cariño al señor Dick casi al instante, siendo evidente que sufre algún tipo de autismo; las constantes penurias de la familia Micawber, si bien al principio producen lástima, a lo largo del libro acaban cansando. Lo mismo que Uriah y todo el tema de su falsa humildad junto con la puntillosa lengua de la señorita Dartle, o Dora, la eterna niña mimada y ñoña que me sacaba de quicio. Desde el principio jamás confié en Steeforth, a pesar de que no tenía motivos reales para no hacerlo, y pude comprobar que mi instinto sigue atinando.
A pesar de que los años transcurren, David siempre se muestra como un chico tímido, muy educado y delicado, con cierto complejo de inferioridad que convierte en abnegación hacia aquellas personas que considera por encima de él. Precisamente cansa un poco que sea tan confiado y que se las cuelen constantemente. A veces pienso que le falta un hervor... Incluso es incapaz de elegir por sí mismo una profesión. Siempre tiene que pedir consejo a alguien o que directamente tomen las decisiones por él.
Por suerte, y por mal que suene, la vida se encarga de ponernos la zancadilla para que espabilemos, y eso precisamente ocurre con David. Con la ayuda de sus familiares y seres queridos, destacando a Agnes con su infinita bondad y paciencia, David se convierte en un hombre fuerte y responsable sin dejar de ser bueno y tierno.
¿Un libro recomendable? ¡Absolutamente! Un clásico simple, hermoso e imprescindible de uno de los escritores más importantes de todos los tiempos.
Saludos ;)
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