- Autor: Albert Camus
- ISBN: 978-84-2063-6948
- Alianza Editorial
- Año: 1999
- 124 págs.
- Precio: 8€
La novela -lúcida descripción de la carencia de valores del mundo contemporáneo- tiene como referencia omnipresente a Meursault, su protagonista, a quien una serie de circunstancias conduce a cometer un crimen aparentemente inmotivado; su muerte en el patíbulo no tendrá más sentido que su vida, corroída por la cotidianidad y gobernada por fuerzas anónimas que, al despojar a los hombres de la condición de sujetos autónomos, les eximen también de responsabilidad y de culpa.
Guía moral e intelectual de la generación llegada a la madurez entre las ruinas, la frustración y la desesperanza de la Europa de postguerra.
Me molesta enormemente aquellas editoriales, como la de éste ejemplar, que en el resumen te destripan toda la trama. ¿Para qué lo voy a leer entonces? Realmente yo calificaría este libro como relato corto y, a pesar de lo pequeño que es y del enorme tamaño de la letra, los capítulos se me hacían largos y algo pesados.
El protagonista es un hombre incapaz de sentir nada. Todo le da igual y se limita a pasar el día, pero jamás sabemos qué motivo lo impulsa a hacer una cosa y no otra. Aunque es vagamente consciente de que podría disfrutar más de la vida, no se molesta en cambiar porque realmente nada le importa. Se escuda diciendo que las cosas son así y no puede hacer nada: "no es culpa mía". El ambiente que le rodea tampoco es el más idóneo, entre sus vecinos tenemos dos maltratadores, uno de animales y otro de mujeres.
Hay varias ideas que el autor pretende desgranar con este relato. Una de ellas es analizar la forma de actuar de una persona en función del propio carácter. Aquí tenemos tres vertientes: intentar intervenir en una situación hasta tener el poder de cambiar las cosas en la sociedad; intentar entender lo que sucede a tu alrededor aunque sin lograr actuar, lo que conlleva a una frustración para la persona (la inmensa mayoría estamos en este punto); o no hacer absolutamente nada y dejar la vida pasar, es decir, la situación de nuestro protagonista.
En función del ánimo del lector, toda esta situación desprende desesperación o desprecio hacia el protagonista. Por mi parte, no me despertó ni una pizca de simpatía o interés por su apática vida. Me contagió su sensación de profundo desinterés a lo largo de toda la lectura.
Ahora vayamos a la segunda idea que aborda el autor y, para ello, antes me gustaría plantear estas preguntas: ¿El protagonista es culpable del crimen? Sí. ¿Las pruebas que presentan en el juicio son suficientes para condenarlo? En absoluto.
Esto me molestó muchísimo. Realmente quieren culpar a un hombre por tener un carácter apático y distante, no porque haya cometido un crimen. Me parece muy fuerte que consideren algo “malo” ir a la playa al día siguiente de haber enterrado a un familiar. No es justo utilizar un argumento así para culpar al protagonista. Considero que, por ser familiar, no tienes por qué estar triste. Hay todo tipo de relaciones entre familiares y no siempre son buenas.
Siguiendo la lógica de los abogados y miembros del jurado, cualquier persona que se salga de las “normas de protocolo establecidas” debe morir. Y eso es una auténtica barbaridad. Evidentemente, el autor está criticando esta forma tan simplista de razonar que tienen algunas personas.
Y por último, en el tramo final del relato, cuando nuestro protagonista se desentiende por completo de su existencia, el autor deja claro que nada de lo que hagamos tiene relevancia, trata de mostrarnos que, en realidad, no somos nada dentro del complejo sistema que es la sociedad. Sin embargo, lejos de desanimar al lector, creo que su intención era que (por cabezonería o simplemente por llevar la contraría) queramos hacer cosas relevantes en nuestra vida para demostrar que sí tiene sentido disfrutarla.
Este tipo de relato, que pretende hacer pensar al lector, me ha recordado mucho a La Metamorfosis de Kafka, con la diferencia de que éste libro sí despertó mi interés y fue una gran revelación para mí. En cambio, El extranjero es recomendable para aquellos que se adentran por primera vez en libros existencialistas.
Hay varias ideas que el autor pretende desgranar con este relato. Una de ellas es analizar la forma de actuar de una persona en función del propio carácter. Aquí tenemos tres vertientes: intentar intervenir en una situación hasta tener el poder de cambiar las cosas en la sociedad; intentar entender lo que sucede a tu alrededor aunque sin lograr actuar, lo que conlleva a una frustración para la persona (la inmensa mayoría estamos en este punto); o no hacer absolutamente nada y dejar la vida pasar, es decir, la situación de nuestro protagonista.
En función del ánimo del lector, toda esta situación desprende desesperación o desprecio hacia el protagonista. Por mi parte, no me despertó ni una pizca de simpatía o interés por su apática vida. Me contagió su sensación de profundo desinterés a lo largo de toda la lectura.
Ahora vayamos a la segunda idea que aborda el autor y, para ello, antes me gustaría plantear estas preguntas: ¿El protagonista es culpable del crimen? Sí. ¿Las pruebas que presentan en el juicio son suficientes para condenarlo? En absoluto.
Esto me molestó muchísimo. Realmente quieren culpar a un hombre por tener un carácter apático y distante, no porque haya cometido un crimen. Me parece muy fuerte que consideren algo “malo” ir a la playa al día siguiente de haber enterrado a un familiar. No es justo utilizar un argumento así para culpar al protagonista. Considero que, por ser familiar, no tienes por qué estar triste. Hay todo tipo de relaciones entre familiares y no siempre son buenas.
Siguiendo la lógica de los abogados y miembros del jurado, cualquier persona que se salga de las “normas de protocolo establecidas” debe morir. Y eso es una auténtica barbaridad. Evidentemente, el autor está criticando esta forma tan simplista de razonar que tienen algunas personas.
Y por último, en el tramo final del relato, cuando nuestro protagonista se desentiende por completo de su existencia, el autor deja claro que nada de lo que hagamos tiene relevancia, trata de mostrarnos que, en realidad, no somos nada dentro del complejo sistema que es la sociedad. Sin embargo, lejos de desanimar al lector, creo que su intención era que (por cabezonería o simplemente por llevar la contraría) queramos hacer cosas relevantes en nuestra vida para demostrar que sí tiene sentido disfrutarla.
Este tipo de relato, que pretende hacer pensar al lector, me ha recordado mucho a La Metamorfosis de Kafka, con la diferencia de que éste libro sí despertó mi interés y fue una gran revelación para mí. En cambio, El extranjero es recomendable para aquellos que se adentran por primera vez en libros existencialistas.
Saludos ;)
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