Alexander parecía nervioso.
A pesar de sus largas piernas, los pasos del chico eran cortos y daba la sensación de caminar a cámara lenta.
La poca distancia que los separaba la estaba matando. July metió las manos en los bolsillos de su cazadora y esbozó una tímida sonrisa cuando Alex por fin llegó hasta ella.
—No a las dos preguntas.
¿Dos? Frunció un poco el ceño, desconcertada, pero se recuperó al segundo y murmuró un simple "bien" al mismo tiempo que asentía. Clavó sus ojos en él, esperando algún tipo de proposición. Las palabras "¿Quieres salir conmigo?" se repetían en su cabeza como una alegre letanía que le daba esperanzas y suavizaba el frío de aquella mañana.
En su lugar, Alex meneó la cabeza para indicarle que empezara a caminar hacia el aulario. July le siguió como un perrito fiel, trotando a su lado.
¡Vamos! Ya te dí el empujoncito, el resto lo tienes que hacer tú solo.
Sin embargo, las dichosas palabras no llegaron. El chico empezó a hablar de su móvil, explicando los fallos que ultimamente estaba cometiendo:
—Siempre lo uso de despertador, pero el otro día ni siquiera sonó. No tengo ni idea de qué le pasa.
July asintió, pero no escuchaba.
¡Estás tonto! ¡No me cambies de tema! ¡Me importa una mierda tu móvil! ¡Pídemelo!
¡Estás tonto! ¡No me cambies de tema! ¡Me importa una mierda tu móvil! ¡Pídemelo!
Entraron en clase y para su sorpresa, ya había llegado algo de gente. Alexander enfiló hasta el final para enchufar su ordenador a la pared, lo cual significaba que no le vería el pelo en resto del día. Tanto mejor, porque July no estaba de humor como para quedarse a solas con él y seguir escuchando tonterías acerca de su móvil roto.
Se sentó en la segunda fila, entre Nathan y Andrew, como siempre. Se cruzó de brazos; estaba enfadada. Sus amigos notaron su mal humor al instante.
—¿Qué te pasa? —dijo Nathan—. ¿Estás bien?
Julya sacudió la cabeza y se encogió de hombros. No quería pagar los platos rotos con él. Aún así, no pudo callarse su rabia durante más tiempo y le pidió consejo. Contó a grandes rasgos lo ocurrido el día anterior y esa misma mañana. Aunque al principio no quería desvelar el nombre del chico que le gustaba, al final no tuvo más remedio porque Andy ya lo había averiguado por su cuenta y no quería excluir a Nathan de la conversación.
—Pero, ¿qué sientes por él?
—Me gusta, nada más.
—¿Tú le gustas a él? —preguntó Andrew—. Porque a lo mejor...
—Sí, sé que le gusto. No lo hemos dicho con esas palabras, pero no hace falta. ¡Es evidente!
Julya estaba hablando más alto de lo normal, pero no le importaba que alguien más puediera oírla. Además Alex había decidido auto-marginarse en un rincón de la clase junto a sus dos amigos -o las "sombras", como solía decir Nathan-.
El resto de la clase fue un constante murmullo entre los tres. A Julya le gustaba escuchar los problemas de los demás, pero siempre venía bien que le echaran una mano con los suyos, y sus amigos estaban dispuestos a darlo todo por ayudarla. Estaba encantada con ellos: ¡eran los mejores amigos!
Se sentó en la segunda fila, entre Nathan y Andrew, como siempre. Se cruzó de brazos; estaba enfadada. Sus amigos notaron su mal humor al instante.
—¿Qué te pasa? —dijo Nathan—. ¿Estás bien?
Julya sacudió la cabeza y se encogió de hombros. No quería pagar los platos rotos con él. Aún así, no pudo callarse su rabia durante más tiempo y le pidió consejo. Contó a grandes rasgos lo ocurrido el día anterior y esa misma mañana. Aunque al principio no quería desvelar el nombre del chico que le gustaba, al final no tuvo más remedio porque Andy ya lo había averiguado por su cuenta y no quería excluir a Nathan de la conversación.
—Pero, ¿qué sientes por él?
—Me gusta, nada más.
—¿Tú le gustas a él? —preguntó Andrew—. Porque a lo mejor...
—Sí, sé que le gusto. No lo hemos dicho con esas palabras, pero no hace falta. ¡Es evidente!
Julya estaba hablando más alto de lo normal, pero no le importaba que alguien más puediera oírla. Además Alex había decidido auto-marginarse en un rincón de la clase junto a sus dos amigos -o las "sombras", como solía decir Nathan-.
El resto de la clase fue un constante murmullo entre los tres. A Julya le gustaba escuchar los problemas de los demás, pero siempre venía bien que le echaran una mano con los suyos, y sus amigos estaban dispuestos a darlo todo por ayudarla. Estaba encantada con ellos: ¡eran los mejores amigos!
3 comentarios:
Me encanta el final, no tiras de típico qué pasará..
Muchas gracias! Leer tus comentarios me animan a seguir con la historia :3
Yo te animo y mucho a ke sigas con la historia. Es... simplemente real =)
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