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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Memorias de una bestia enjaulada 7

Despierto ante la jaula de la bestia. 
Estoy tumbada en el suelo; desmayada. No sé cómo he llegado hasta aquí.

Me incorporo sin dificultad y me acerco un poco a los barrotes, esperando ver los primitivos ojos de la bestia, o la mirada esquiva de la pequeña niña.
No sucede así.
En su lugar me encuentro con una figura nueva. Otra representación de la oscuridad que envuelve mi corazón. 
¿Quién será esta vez?

Es una mujer vestida completamente de negro, con unos pantalones deportivos y una camiseta demasiado holgada que deja al descubierto un hombro pálido. Va descalza y tiene el cabello oscuro recogido en una informal cola de caballo.
No me sorprende descubrir que soy yo otra vez.

"¿Qué miras?"
Parece nerviosa. No para de mover los pies y tirar de la camiseta, que vuelve a caer, revelando la clavícula.

"¿No estás asustada?"
Pregunto, insegura.

"¿Por qué?"
Me mira con recelo, como si no creyera mis palabras.
"¿Tú lo estás? ¿A qué?"

"No lo sé... Pero estoy asustada"

 "¿Eso crees? Entonces, ¿debería estarlo también? ¿Tengo que acuclillarme en un rincón, lloriqueando mientras me balanceo hacia delante y hacia atrás? ¿Crees que eso es el miedo? ¡JA! Ni siquiera te conoces a ti misma... No estás asustada"
De repente me da la espalda, dando una pequeña vuelta en el interior de su jaula. Se mueve con una gracia particular, como una bailarina que ya no puede actuar.
"¿Sabes? Deberías irte"

"¿Me estás echando?"
No doy crédito a lo que oigo.

"Vete y distráete un rato. Relajate. Tómate una copichuela si quieres, aunque la última vez no te fue demasiado bien... Avergonzaste a tu chico, y sé que eso te pesa como una losa. Como una terrible mancha en tu impecable historial de niña perfecta"

"Ese es uno de mis problemas. No quiero seguir siendo una niña perfecta..."

"Pero tampoco sabes rebelarte. No sabes quién quieres ser"

"Tal vez me puedas ayudar tú, ¿no? ¿Por eso estás aquí?"

Sonríe de medio lado, divertida por mi pregunta. Desliza una uña por uno de los barrotes, produciendo un desagradable sonido; como una tiza arañando sobre la pizarra.

"Mejor vete a ver la tele un rato, o a dormir, o lo que quiera que hagas... Deja que me duerma yo también"

"¡Necesito que alguien me ayude!"

"¿Cómo? ¡No se puede hablar contigo ahora! Estás tan nerviosa que te van a saltar los puntos. ¡Mírame! ¡No paro de moverme por tu culpa! ¿Y por qué crees que es? ¿Por miedo? ¿A qué? Ni siquiera lo sabes..."

Guardo silencio ante sus duras palabras y noto cómo las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos.
De repente su mirada deja de ser fría y se torna dulce. Su cuerpo empieza a menguar, volviendo a ser una niña. Volviendo a transformarse en la Tristeza.

"No mereces sufrir por algo que desconoces"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin pude volvver y encontrarme con la bestia, y vaya sorpresa, me esperaba cualquier cosa menos esto, aun no se si me desiluciona, lo que si me parece interesante es la profundida que se logra, en definitiva sientes el miedo y la hapatía ante la vestia tras los barrotes, cualquiera que sea tu rostro inspira algo parecido al miedo....