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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sábado - 29

Julya llamó al timbre e inmediatamente oyó ladridos al otro lado de la puerta. Su amiga Sharon abrió, pero su pastor alemán pasó primero. Giró un par de veces a su alrededor, olisqueándola. July alargó una mano para acariciarlo, pero el animal se apartó, temeroso, y regresó a su cama, donde se enroscó como un ovillo; aunque no dejó de observarlas.
July se encogió de hombros, sin darle la menor importancia. Siempre tan cobarde...
—¡Hola! —saludó dando un par de besos. ¿Ya estáis todas?
—Sí. Llevamos ya un rato con la guitarra.
—¡Ah, guay! ¿Cuándo me toca?
—Laure ya está terminando.
July dejó el bolso sobre la mesa del salón y se deshizo del abrigo, que colgó en el respaldo de una de las sillas. Luego se sentó en el sillón que quedaba libre y vio cómo su amiga tocaba. Tiene tan poco salero que dan ganas de darle una colleja ^^U
Al cabo de unos minutos, July se puso en pie, cogió la guitarra y se colocó la correa alrededor de los hombros. Sharon fue pasando la lista de canciones: casi todas ya las habían tocado, aunque ella se dio cuenta de que todavía quedaban un par sin entrenar.
—¡Esa! La que acabas de pasar.
—¿Lista? Y apretó la X del mando.
Julya era buena con los videojuegos, aunque tardaba un rato hasta que se habituaba a los nuevos. Sobretodo si no se utilizaba un mando, sino una guitarra... ¡Vamos allá!
Los colores fueron descendiendo por la pantalla y July los acertaba casi todos. Sonrió. Había tenido buen ojo al escoger una canción que no era muy complicada.  
La música sonó con fuerza y buen ritmo. July se meneó, siguiendo las notas, y dándole efectos a los agudos y graves, ya fuera saltando o descendiendo hasta el suelo. Contagiadas, las chicas se balancearon a la vez, formando una cadena de un lado al otro del sofá. 
Se fijó en la televisión: los fans empezaban a sacar sus mecheros. ¡Mola! ¡Les ha gustado! Quedaba poco para terminar.
—¡Toma! —exclamó Sharon. ¡94% de aciertos!
—Casi, casi... —July sonrió, satisfecha, y le pasó la guitarra a Sam. Notó que ésta le dedicaba una extraña mirada. 
La suerte del principiante...
—¿Qué?
—Nada.
Julya la ignoró y se sentó en uno de los sillones. Estaba perpleja. Sólo era un juego, tocaban para divertirse, no era una competición. Todas lo sabían y no entendía a qué venían esas palabras tan secas de Sam.
Por otro lado, Laure resopló: parecía cansada.
—¿Y si cambiamos de juego?
—¿Os apetece el Mario Kart?
—¡Vale! —dijeron todas a la vez.
Jugaron por parejas. ¡Fue muy divertido! Se ponían trampas unas a otras para escalar puestos en la carrera, algunas terminaban estrelladas o salían despedidas fuera del camino.
Pero Laure era, con diferencia, la peor de todas. Apenas conseguía quedar la penúltima y su muñequito siempre lloraba desconsolado y dando golpes.
—¡Esto es una mierda! —se quejó Laure. Mi volante no funciona.
Todas las miradas se centraron en ella.
—La culpa no es del mando. Cuando nos toca jugar a Sharon y a mí, funciona perfectamente... —replicó Samantha, tratando de sonar amable.
Tanto Julya como Sharon asintieron.
—El problema es que lo coges mal. Cuando haces un giro, lo haces muy exagerado y le das demasiada fuerza, por eso pierdes el control y acabas estrellándote —apuntó July. ¡Deberías imaginar que conduces un coche de verdad!
Laure bufó y tiró el mando al suelo, enfadada.
—¡Eh, tranquila! —gritó Sam. ¡No te lo cargues! ¡No tiene la culpa de que no sepas conducir!
Ese comentario fue la gota que colmó el vaso de Laure, quien se puso en pie como un resorte. Esquivó el corrillo que habían formando alrededor de la tele y fue a coger su abrigo.
—¿Te vas? —preguntó Sharon, perpleja. ¡Laure! ¡No te enfades!
—No es para tanto... —añadió July. Ya verás como en la siguiente ronda lo haces mejor.
—O podemos cambiar de juego.
Da igual lo que dijeran, Laure no iba a cambiar de opinión. Dio un beso a Sharon, que había ido tras ella, y no se molestó en despedirse de las demás. Cerró la puerta con fuerza y la casa quedó en completo silencio.
—¿Qué le pasa? July estaba a cuadros. Yo alucino con la peña.
—¿Tan mal se lo ha tomado?
—Allá ella... —murmuró Samantha. Se comporta como una niña pequeña.
A pesar de todo, sus ánimos quedaron por los suelos y se les quitaron las ganas de seguir jugando. Al final decidieron cenar mientras veían una peli.
—¡Quiero ver "Buscando a Nemo"! —pidió Sharon, dando saltos.
Otra vez Buscando al Memo... Sam y July se miraron de reojo. A ninguna nos apetece... Pero estamos en su casa.
—Vale —dijo Sam tras el breve silencio. ¡Pero la próxima vez elegimos nosotras!

Fuera empezó a llover y las gotas repiqueteaban con fuerza contra la persiana. Comieron pizza, coca-cola y palomitas.  Ninguna imaginaba que sería la última vez que las tres amigas se reunirían para compartir una tranquila tarde de no-hacer-nada.

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