El traqueteo del metro ahogaba sus palabras, pero Julya sonreía ampliamente; no era difícil adivinar de quien hablaba.
—Entonces ninguna viene al pueblo, ¿no?
Y tenía razón.
Samantha y Sharon se miraron un breve momento y luego negaron con la cabeza.
—¡Qué va! Lo siento... —se disculpó la primera con un sincero arrepentimiento—. Mi madre se ha enterado del examen de biología del lunes, así que no me va a dejar salir ni a la calle.
July ya sabía lo del examen, así que asintió. Sus ojos se centraron en Sharon, quien no había abierto la boca en todo el trayecto.
—Yo... es que no lo veo.
—¿Cómo que no lo ves?
Tragó saliva, buscando las palabras adecuadas para no molestarla.
—Es que no lo veo normal, ¿sabes? Lleváis muy poco tiempo y... no sé... que te vayas a su pueblo, pues...
—Ya sé por donde vas... —comentó July, mirándola con cierta superioridad—. No temas, no voy a acostarme con nadie. Ni tampoco os van a violar.
Samantha rió ante la sugerencia, pero Sharon guardó silencio. Últimamente parecía que todos sus pensamientos se reducían a ese tema. ¿Tanto miedo le tenía al sexo? ¿Por qué? No entendía el empeño de Sharon por alejarse de todo eso, incluidos los chicos... A no ser...
Julya entrecerró los ojos mientras la observaba, le estaba dando vueltas a teorías cada vez más retorcidas. A continuación elevó la vista y la centró en Sam. A lo mejor mi gaytómetro está estropeado. Tengo que consultarlo con Sam cuanto antes.
Una vez en el centro comercial, Julya les contó la historia del beso mientras recorrían las tiendas de ropa.
Samantha reía y exclamaba, al igual que ella, y hacía todo tipo de preguntas: qué sintió, si le gustó, dónde estaban... Realmente le interesaba, al contrario que a Sharon, que parecía un ente que reptaba a su lado, callada y meditabunda.
Julya empezaba a cansarse de su comportamiento. Tanto ella como Sam ya habían hablado con Sharon antes, si tenía algún problema o le preocupaba algo; las dos querían ayudar, fuera cual fuese el asunto, pero Sharon las había esquivado con una de sus sonrisas de besugo, y ninguna había vuelto a sacar el tema a la luz. Pero las dos estaban cansadas de que Sharon interpretara el papel de Reina de las Nieves cada vez que la sacaban de casa.
Julya empezaba a cansarse de su comportamiento. Tanto ella como Sam ya habían hablado con Sharon antes, si tenía algún problema o le preocupaba algo; las dos querían ayudar, fuera cual fuese el asunto, pero Sharon las había esquivado con una de sus sonrisas de besugo, y ninguna había vuelto a sacar el tema a la luz. Pero las dos estaban cansadas de que Sharon interpretara el papel de Reina de las Nieves cada vez que la sacaban de casa.
Ahí estaba el otro problema: ¡nunca quería salir! Siempre les proponía ver películas y jugar a videojuegos, incluso que se quedaran a dormir, pero si ellas sugerían dar una vuelta, Sharon empezaba a resistirse. Pero era tan débil de voluntad que Sam y July al final conseguían que se vistiera y le diera el aire.
De vuelta a casa, cuando Sharon se bajó del metro, a Julya le faltó tiempo para hablar con Sam.
—¿Qué le pasa? —preguntó, señalándola con la cabeza mientras el tren se ponía de nuevo en marcha.
—No lo sé... pero cada vez está más rara.
—¿Has visto la cara que puso cuando pregunté lo del pueblo?
—¡Era pánico!
—¿¡A que sí!? No entiendo a qué viene... ¡La invité a una fiesta, no a una orgía!
Tal vez es lesbiana y no lo ha reconocido... Y no sé si tengo derecho a meterme en esos aspectos de su vida.
Tal vez es lesbiana y no lo ha reconocido... Y no sé si tengo derecho a meterme en esos aspectos de su vida.
Samantha rió y luego añadió:
—No lo entiendo. A mí me apetece mucho ir, pasármelo bien, conocer gente nueva... ¡Estoy harta de ver siempre a los mismos niñatos del insti! Estoy deseando hacer la selectividad para ir a la universidad, ¡también quiero sacarme el carné!
—Y ella, que puede hacer todas esas cosas, se recluye en su casa como si fuera una monja de clausura... —murmuró July con pesar—. Y, hablando del coche, Sharon tiene uno de segunda mano esperándola y ni siquiera se ha sacado el teórico.
—Ni piensa hacerlo. Con eso de que puede pedirle al padre que la lleve.
—Ya, pero sus padres no la van a llevar siempre. Alguna vez tendrá que madurar y buscarse la vida por sí misma.
—Tiene algún complejo y no quiere crecer.
—Sí... El síndrome de Peter Pan.
Y por su culpa se va a quedar sola.
3 comentarios:
Degustada ;)
Engullida, diría yo jeje
¡Gracias por el comentario, wapo!
LOL!!!
No sabia k sharon fuese de la otra acera
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