Julya llegaba con prisa y hambre. No había tenido tiempo de desayunar en casa y no veía el momento para hincarle el diente a uno de los donut que había en la máquina. Pero el problema es que siempre estaban helados, tanto que no saboreaba el chocolate. Lo que solía hacer era comprarlo primero y esperar a que se descongelanse durante una hora. Por lo tanto, nada más llegar a la universidad y antes siquiera de entrar en clase, se detuvo un momento.
Las monedas tintinearon en sus manos y las introdujo rápidamente. Justo cuando pulsó el código y la anilla empezó a moverse, se atascó: su querido desayuno se quedó suspendido, ni dentro ni fuera de la máquina; totalmente lejos de su alcance.
Las monedas tintinearon en sus manos y las introdujo rápidamente. Justo cuando pulsó el código y la anilla empezó a moverse, se atascó: su querido desayuno se quedó suspendido, ni dentro ni fuera de la máquina; totalmente lejos de su alcance.
Julya, con la rabia pintaba en la cara, zarandeó la máquina, tratando de hacer que volviera a funcionar, pero no hubo manera. Metió la mano a ver si le había devuelvo el dinero, pero tampoco. Con un bufido de frustración, volvió a sacudirla.
En ese momento salió de clase un chico. El chico, en realidad; ese cuyo nombre todavía no sabía.
La saludó nada más verla.
La saludó nada más verla.
—¡Hola! ¿Qué te pasa?
—La maldita máquina, que se ha comido mi dinero y se ha quedado con mi donut.
Él se asomó y empezó a reírse cuando lo vio allí colgado.
—¿Has intentado sacarlo? —preguntó a la vez que le daba un meneo, pero ésta ni se inmutó.
—Claro que sí. Pero no hay manera...
Julya la miró de reojo e hizo un mohín con los labios. Estaba muy molesta. No le gustaba que las cosas no salieran bien.
—Pues nada... ¡Suerte!
Él sacó la coca-cola de la máquina de al lado y se marchó como si tal cosa. July se lo quedó mirando entre perpleja e indignada. ¡Ayúdame!
Una mujer de la limpieza la sorprendió pegando una patada y preguntó qué le ocurría. Julya se ruborizó un poco, pero contestó con firmeza y le explicó su problema.
—No podrás sacarlo porque se ha quedado bien pillado. Ve a la cafetería y diles que te den el dinero.
—Gracias...
Julya se abrochó otra vez el abrigo y salió disparada. Apenas quedaban unos minutos para empezar la clase y la cafetería no estaba precisamente cerca. No corrió, pero sí trotó hasta allí.
Como no tenía ni idea de a quién debía reclamar el dinero, habló con el primer -y único- camarero que vio por allí. Por enésima vez relató su problema, aunque cada vez con menos detalles y paciencia. El hombre, un sevillano alegre y dicharachero, sonrió ante su angustia y le dijo que no se preocupara: no era la primera ni la última que se había pasado por allí para recuperar su dinero. Julya sonrió ampliamente, contagiada por su entusiasmo. Conocer a personas tan simpáticas alegraban a una la mañana ^^
2 comentarios:
Me encanta July, y juego de tronos jajaja
Me ha gustado el comienzo, para una historia que pillo desde el principio, ni loca me la pierdo!
Te sigo.
Besos
¡Qué ilusión! ¡Mi primer lector!
Bienvenido =^^=
Queda July para rato, espero que te guste la vida normal de una chica corriente jiji
Saludos ;)
P.D: no te asustes por los cambios repentinos que puedas encontrar en el blog. Aún estoy de obras ^^U
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