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jueves, 23 de febrero de 2012

Viernes - 1

Esa mañana, gracias a la poca decencia del despertador al quedarse sin pilas, Julya durmió hasta bien entrada la mañana. Como no llegaba a tiempo a la primera hora de fundamentos físicos, decidió no matarse con el coche e ir directamente a la segunda. 
Estaba sentada en uno de los duros bancos de madera que había en el amplio pasillo. Las máquinas expendedoras no dejaban de zumbar, irritándola. Sí, seguid así, ¡traidoras roba-donuts!
Volvió a consultar su reloj de pulsera: menos cuarto. Ahora sólo quedaba adivinar en qué momento le apetecería hacer el descanso al profesor. ¿Ahora, en punto, a y diez?
Perdida en sus pensamientos, escuchó la puerta de la clase abrirse y vio salir a una chica. Resuelta, Julya se levantó de un brinco y enfiló hacia la entrada. Para su horror, se dio de bruces con Alexander.  
¡Mierda! ¿Por qué me ocurre esto? Estas cosas sólo pasan en las comedias románticas y lacrimógenas. ¡No a mí! 
A pesar de todo, Julya se armó con su máscara de "poker face" y estaba decidida a entrar sin siquiera mirarle, pero...
—¡Hola! —saludó con una amplia y sincera sonrisa.
Ella se quedó totalmente a cuadros. Si no fuera por la férrea máscara, su cara habría sido un poema.
—Hola —correspondió ella con un cordial y educado saludo. ¿Qué le habrá picado a este?
Alexander la esquivó y fue derecho a la máquina de refrescos para conseguir su dosis de cafeína diaria.
Y para su alivio, ya no hubo más novedades en "el caso Alex" porque ambos se sentaron bien lejos y sin posibilidad de molestarse mutuamente.


Por la tarde, Julya había quedado con Sharon y Samantha para jugar a los bolos. También se unieron algunos amigos de Sam; así la partida no resultaría aburrida ni monótona y siempre estaba bien conocer gente nueva. En total fueron siete personas: dos chicos y cinco chicas.
Sam le presentó a Peter y Roby, sus dos mejores amigos del instituto. El primero era alto y delgado, con la cara alargada y una prominente nuez que parecía saltar de su garganta; el segundo era bajito, un par de centímetros más alto que Julya, ancho de hombros y piernas. Llevaba unas gafas de metal rojas que no le daban ningún aspecto  intelectual, al contrario, parecía el matón de la típica película americana.
Después conocío a Stefi, la novia de Pet. A primera vista parecía una chica mona con sus vaqueros ajustados y la camiseta estrecha, pero si uno se fijaba más de cerca, se percataba de su rostro redondo como una hogaza de pan aplastada. Parece que le han dado de sartenazos hasta quedarse así... 
La otra era su amiga, Janice. Una chica regordeta, pequeña, callada y feucha, visiblemente acomplejada. La pobre tenía tan poco glamour que el único papel que podía representar era el de sombra perpetua de Stephanie, lo cual parecía encantar a la primera.
Tras el rápido análisis del primer minuto, Julya fue con Sam y Sharon a coger los zapatos para empezar a jugar. Mientras unos lanzaban las bolas con una fuerza bestial, otros bebían coca-cola y hacían fotos de lo más ridículas.
Stephanie le encasquetó la cámara a su amiga y le pidió que le hiciera una sesión completa: cogiendo la bola, colocándose el pelo para tirar, el lanzamiento y la patética descarriación a uno de los laterales.
—¡Jo, qué mala! —se volvió hacia Janice y le ordenó que borrara la última.
Pff Ésta es choni perdida... Ya decía yo cuando la vi aparecer. 

Jugaron cerca de dos horas. Sam, Sharon y Julya hicieron el cabra con los chicos y dejaron a las otras dos a su rollo con la cámara y las posturitas ridículas. Fue bastante divertido, hasta que Stefi se cansó de las fotos y reclamó la atención de su novio, quien obedeció cual cachorrillo desvalido y abandonó la partida para estar sentado y tener a su chica sentada sobre sus rodillas.  
Patético... ¬_¬ Con lo buen chico que parece y está comiendo de la palma de su mano.
Hubo un momento en el que Sam y July se sentaron juntas, cansadas y alegres tras conseguir tirar casi todos sus bolos.
—¡Os estoy dando una paliza, eeeh! —exclamó Sam.
—¡Vaya novedad! Por lo menos no voy la última.
—¡Sí! Sharon es más patosa que tú —y estalló en carcajadas.
—¿Soy yo, o Roby la mira... diferente? No sé si le pone ojitos o es un tik nervioso.
—No se te escapa una. —Julya sonrió, orgullosa. Me ha estado dando la brasa durante semanas: me pregunta por sus gustos, qué piensa de él y esas cosas. —Sam lanzó un suspiro—. Y se lo he comentado a ella, pero no está interesada. Para nada.
—¿Sí? Sharon no me ha dicho nada.
—Ya, bueno... —Bebió un trago de su vaso—. Roby quiere pedirle salir.
—Y conociendo a Sharon, le dirá que sí, aunque no le guste ni un pelín.
—Si lo hiciera, sería muy cruel —reconoció Sam.
—No quiero meterme donde no me llaman, pero tal vez deberías avisarle. Ya sabes que Sharon está rara desde hace meses... Aunque hoy casi parece la misma de siempre.
—Cierto. Y ya sé lo que quieres decir... Yo tampoco sé si tengo que dejar que Roby empiece a salir con ella sin saber dónde se mete. Es mi amigo y no quiero verle sufrir otra vez... Ya hubo una chica que jugó con él durante meses y luego se quedó echo polvo cuando le dejó.
Las dos sabemos claramente cómo es Sharon y lo que piensa sobre salir con chicos...
—Le aterroriza, pero también es incapaz de negarse a nada.
—Mira, explícale las dos caras de Sharon y que él decida.
—Sí, eso haré.
—¡July! —la llamó Sharon. Te toca.
Bueno, allá vamos.

1 comentario:

mientrasleo dijo...

Lo que me he reído, chica. No se si tengo el sentido del humor trastocado pero me ha encantado!
Te quieres creer que veo a todos como cabezones de blanco jajajaja
Besos