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viernes, 16 de marzo de 2012

Jueves - 28

Por la tarde, Julya quedó con sus amigas para ver una película que sólo estrenaban aquel día en el centro de la ciudad. Se trataba de una animación japonesa, ¡no podían perdersela!
El trayecto en metro fue tranquilo, Sam y Jul charlaron de las pocas novedades -aunque ella se abstuvo de comentar nada referente a Alex, ya que había comprobado que era un tema tabú desde hacía meses-. Sharon parecía algo más animada que de costumbre, tal vez porque iban a ver algo diferente... o tal vez por nada en particular. Se había convertido en misión imposible saber qué pensaba, y también se habían cansado de intentar comprenderla; si no se dejaba conocer, no iban a obligarla a hacerlo.


Una vez en la calle, un aire húmedo y pegajoso, más propio de finales de mayo, las envolvió y absorbió sus fuerzas. Caminaron con lentitud y sin mucho espíritu, en busca del cine.
—Creo que nos hemos equivocado de calle... —comentó Julya, observando a su alrededor—. Nuestro sentido de la orientación es pésimo.
—¡El mío no tanto! —se defendió Sam, herida por el comentario.
—Pues, si es así, deberías haber dicho que no era por aquí. Samantha guardó silencio—. Vamos, que ni te has pispado —sentenció July mientras regresaba sobre sus pasos. 
¿Para qué hablas si no tienes ni idea? ¬_¬
Una vez encaminadas por la calle correcta, Julya cruzó para enfilar por la acera donde estaban los números pares de los locales.
—¿Por qué vamos por aquí? —preguntó Sam.
—En esta acera son los pares —señaló July a lo alto, a la placa de metal donde se veía bien claro el número 14.
—¿Entonces por qué vamos por aquí? —insistió Sam.
—El cine está en el número 36.
—No.
—¿Cómo que no? En la dirección lo pone bien claro.
Le enseñó el papelito que había impreso con el plano para llegar, también con el nombre de la calle y número.
—Estoy segura de que no es ese. Es el 33.
—Antes de venir he leído el anuncio otra vez para no equivocarnos y sé que es el 36 —aclaró Julya con cierto enojo. Le molestaba mucho que la contradijeran cuando era evidente que llevaba razón.
Sharon no se pronunciaba, las miraba de hito en hito como si se tratara de un partido de tenis.
—¡No! Es en la acera de enfrente —replicó Sam otra vez, subiendo también el tono de voz. ¡Tenemos que cruzar!
¿Estás tocahuevos? ¿O qué narices te pasa hoy?
—¿Sí? ¿De verdad has leído el anuncio que te mandé? —Las miró a las dos. ¿Alguna de las dos se ha molestado, siquiera, en gastar un minuto de su "preciado tiempo" en leer el anuncio donde ponía ¡claramente! que los cines están en el número 36? ¿Eh?.
Las dos permanecieron calladas.
—¡Claaaaaaro que no! ¡Como ya está la tonta de Julya para prepararlo todo! La que se entera de que hay una película, de dónde la echan, en qué parada tenemos que bajarnos. La que imprime el plano y se apunta todo lo importante para que lleguemos. ¡¿Para qué vamos a hacer el esfuerzo de leer lo que nos ha dejado en el facebook?! ¿Para qué queremos enterarnos también?.
El silencio continuó y Julya se había disparado lo suficiente como para seguir con su monólogo sin importarle las miradas del resto de transeúntes.
¡Y encima luego ni siquiera me dais las gracias! Estáis acostumbradas a dejaros remolcar, a pasároslo bien sin preocuparos por nada, sin interesaros por nada. Y si algo sale mal, ¿de quién es la culpa? ¡De Julya! ¿Si algo no os gusta o no era como esperabais, ¿a quién hay que mirar mal? ¡A Julya! ¡Pues estoy harta! Ya podríais interesaros un poquito más para no tener que hacerlo yo todo.
Dicho esto, reanudó la marcha y se dirigió a los cines. Samantha y Sharon la siguieron con paso lento, pero constante; como unos pollitos detrás de su madre. No dijeron nada hasta que, al cruzar un último paso de peatones, se dieron de bruces con las taquillas del cine.
Julya tuvo unas ganas inmensas de soltar un contundente: ¡¿véis como tenía razón?! Pero pensó que ya había tenido suficiente; no quería estropear lo que quedaba de tarde por una discusión en la que claramente había ganado.

Los continuos cuchicheos y murmullos del resto de espectadores relajaron el ambiente. Julya comprobó que había muchísimos chavales de su edad y casi todos con pintas de friki.
—Seguro que todos estos vienen a ver la misma peli que nosotras —comentó July con media sonrisa. Su gesto alegró a Sam, quien al ver que la tormenta ya había pasado, empezó también a parlotear.
Sólo quedaban dos personas delante de ellas, así que sacaron el dinero.
—¿Eran 5€, no? —preguntó Sharon, contando la calderilla de su monedero.
—Si enseñáis el carné joven se queda en 3, lo ponía en el anunciorecordó Julya
Sus amigas pusieron cara de póker porque no sabían si habían vuelto a pisar terreno pantanoso.
Ya... que no lo habéis leído... De todas maneras, os dije que lo cogierais. ¿Lo tenéis?
—Hola, buenas tardes.
Julya se dio la vuelta al darse cuenta que ya les tocaba y el chico de la tachilla estaba hablando con ella. Rápidamente reaccionó y pidió las tres entradas.
—¿Carné joven?
—Yo no lo tengo... —murmuró Sam con cierto temor en la mirada. July ahogó un suspiro y entregó el suyo.
—Pues nada, te toca pagar un poco más.
El chico la miró un momento, pensativo, y al final dijo:
—Con uno os haré el descuento a las tres.
—¡Gracias! —exclamó Julya con una amplia sonrisa.
—Aquí tenéis. Sala 3. En el primer piso a la izquierda.
Entraron de lo más contentas y, aunque se despistaron un poco con la estructura del cine, ya que estaba situado en un edificio antiguo, no tardaron demasiado en dar con la sala correcta.
—¡Qué majo el chaval! —comentó July—. Mira que hacer la vista gorda...
—Eso es porque has pedido tú las entradas —explicó Sam. Como vistes mona y vas maquillada, nos ha hecho el favor... ¡Vamos a tener que ponerte al frente cada vez que vayamos al cine!
Julya la observó con una cara de lo más inocente.
—No creo que haya sido por mi ropa o el rímel.
—¡Qué no! —rió. Anda, vamos a sentarnos.
Tuvieron la suerte de tocarles unos asientos estupendos, justo en medio de toda la sala. ¿También habrá sido gentileza del chico? No... sería demasiado pedir.
—Voy al baño —informó Sharon. He traido chuches. Si quereis, coged algunas.
—Qué detalle —comentó Julya.
—Pues sí... Hoy parece casi la de siempre, ¿verdad?
—Ajá —murmuró mientras se peleaba con el nudo de la bolsita. Por fa, ¿me ayudas? Con las uñas no puedo...
—Anda, trae.
La sala siguió llenándose de gente con camisetas de Naruto, One Piece y Dragon Ball, también muchas con los dibujos de Pac-Man, el monstruo de las galletas o Zelda, y por supuesto, no faltaron los heavys con cadenas y botas llenas de tachuelas mostrando camisetas de Metallica, Guns N Roses... Toda la fauna que solía encontrar en el Expomanga se había congregado en el cine.
—Se apagan las luces —comentó Sharon, mirando a lo alto.

Las siguientes dos horas se divirtieron con la historia de una chica normal y corriente que adquiría la capacidad de dar marcha atrás en el tiempo y, gracias a ese don, podía hacer lo que quisiera: evitar accidentes, repetir exámenes, comer sus platos favoritos hasta hartarse, ayudar a sus amigos con sus primeros amores... Pero pronto descubrieron que sus acciones tenían consecuencias nefastas.
Samantha, haciendo gala de lo poco oportuna que era, reía a carcajadas o soltaba algún chiste respecto a la película justo cuando la sala al completo guardaba silencio, con lo cual, sólo se la oía a ella.
—Jo... ¿Por qué siempre me pasa lo mismo? —se quejó, encogiéndose en el asiento.
—Tranquila, los de atrás se han reído.
—¡Se ha muerto! —gritó una chica a lo lejos.
—¿Ves? Esa es como tú.
—¡Y con razón! ¡Vaya fumadón de final!
Cuando la película terminó, nadie se movió del sitio. Todos esperaron, charlando y comentando la película, a que terminaran los créditos. Era bien sabido que los japoneses recurrían mucho a colocar pequeñas escenas después de la lista kilométrica de nombres. Pero esa vez, no fue así.
 Una vez fuera, siendo ya de noche, cogieron el metro para regresar a casa y comer algo las tres juntas. 

Fue una tarde muy divertida: las tres rieron, comentaron anécdotas y cuchichearon sobre los rumores más jugosos que circulaban en su círculo de amigos. ¡Hacía mucho tiempo que Julya no se lo pasaba tan bien con ellas!

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