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jueves, 8 de marzo de 2012

Relato 3 - PAPELES MOJADOS

—Mañana... —pensó, paseando la mirada por el horizonte, perdido en la profundidad del mar.

Era un día tan ansiado, tan esperado... Abandonaría la miseria que ahogaba África y partiría a una nueva tierra. Allí encontraría la solución a todos sus problemas; por fin terminarían el hambre y las penurias.

Karim no tenía familia, trabajo ni dinero. Nada que perder y mucho por lo que luchar: un futuro. Su futuro en las doradas orillas de España.

La península ibérica quedaba separada del norte de Marruecos por tan sólo quince kilómetros; tan cerca y a la vez tan lejos... En el estrecho de Gibraltar se unían las corrientes marítimas del Atlántico y el Mediterráneo. Eran muy fuertes y siempre soplaba un viento de levante o poniente, lo que dificultaba en gran medida cruzarlo. ¡Tantos hombres, mujeres, jóvenes y niños habían perdido sus vidas! Se hundían en el mar junto a sus sueños. Se convertían en papeles mojados; papeles sin dueño. Todo para llenar los bolsillos de hombres sin escrúpulos que se aprovechaban de personas tan desgraciadas como él.  Karim había trabajado muy duro, aun así, apenas consiguió reunir el dinero necesario para pagar al usurero.

Muchos aguardaban al verano porque era muy probable que el mar se mantuviera en calma, pero era muchísimo más caro y no podía esperar; ya no quedaba tiempo. Era bien sabido que, con la llegada del invierno, cobraban más barato, pero también era más arriesgado. Lo más triste era que siempre que se hundía una patera, era justo cuando sus miembros casi podían tocar con las manos la tierra con la que habían soñado tantas veces. Pero a él no le ocurriría, no moriría en el intento como sus amigos.

Amaneció un día con un poco de levante y pensó: "Siempre y cuando no apriete, todo irá bien" 

No llevaba equipaje por orden del guía para no comprometer la seguridad del viaje. Una vez sentado en la patera, sintió un escalofrío a pesar del calor; nunca creyó que fuera tan pequeña. Viajaba junto a seis personas. Un albañil que había abandonado a su miserable familia para ir en busca de fortuna; un comerciante conocido por sus trapicheos en el ámbito de la droga; una mujer melancólica entrada en años acompañada por su hija, una hermosa muchacha de no más de quince, y el guía de la patera: un hombre musculoso con cara de pocos amigos.

—Todo irá bien... —anunció cuando se pusieron en marcha. Prometió llevarlos sanos y salvos a las preciadas costas españolas. Pero no fue así.

Anochecía cuando llegaron al siguiente punto de encuentro, donde el guía recogió a otras tantas personas: dos marineros fugitivos, ochos jóvenes estudiantes, tres hombres visiblemente asqueados por la mísera vida que ofrecían a sus familias y dos mujeres embarazadas al borde de una depresión.

Una vez en la mar, a lo lejos pudieron distinguir diez pateras más que les adelantaban a una distancia prudencial entre sí. Todas ellas iban cargadas de gente que huía del hambre, del abuso de poder y sexual, de la injusticia social o paternal, de la explotación y el continuo paro laboral. Cruzar el Estrecho era la única salvación para gran parte de jóvenes que hasta el momento habían crecido sin futuro ni esperanza.

La noche era plomiza. El guía maniobraba con destreza. La patera se deslizaba rápidamente y sin ningún incidente a lo largo de la costa atlántica, rumbo al norte. El casco de la pequeña embarcación sesgaba las crestas de las olas con un monótono murmullo que casi llegó a adormecerlos, salvo por el insistente canto de las numerosas gaviotas que sobrevolaban sus cabezas.

Karim desenvolvió un bocadillo y empezó a saciar el hambre, que le desgarraba el estómago, mientras miraba al cielo. Entonces le pareció vislumbrar una silueta no muy lejos de ellos, parecía nube aislada. Lentamente se extendió y cubrió el horizonte, eclipsando la suave luz nacarada de la luna que les permitía ver en la distancia. El mar empezó a agitarse.

El guía entrecerró los ojos, parecía preocupado y un poco asustado. De repente, presa de un tremendo pavor, cambió bruscamente de rumbo. Pero fue demasiado tarde: el levante empezó a soplar muy fuerte y el mar se encabritó, como si lo estuvieran estrujando y sacudiendo con violencia. Las olas eran altas y se encrespaban sobre ellos, la pequeña embarcación parecía una cáscara de nuez a merced de la furia del mar.

Al no haber sitio en la patera, estaban unos encima de otros, nadie podía mantenerse en equilibrio y mucho menos quedarse sentado. Dos jóvenes se abrazaron  aterrorizados a Karim, lloraban y gritaban mientras las olas zarandeaban la patera.

Parecía que cada embestida de las olas fuera a partirla en dos.

—¡Dios mío! ¡Esto es el fin!

La enorme nube resultó ser un inmenso buque comercial que se echó sobre ellos. Una gigantesca ola alzó la patera varios metros, haciendo que sus miembros salieran catapultados al abismo del océano; la zambullida fue fría, dolorosa y oscura. Karim consiguió sacar la cabeza fuera del agua. Lloraba aterrorizado y sus lágrimas se unían al mar, sus gritos de impotencia y desesperación fueron engullidos por las olas.

Varias corrientes marítimas se encontraron y chocaron, formando unos terribles torbellinos que los aspiraron con una potencia y fuerza prodigiosas. Giraron sin control, la fuerza del agua los ahogaba.

Karim luchó a contracorriente y logró agarrarse con todas sus fuerzas a un trozo de madera que se había desprendido de la patera. Salió a flote e inhaló una gran bocanada de aire que hizo arder sus pulmones. La sal le escocía en los ojos y le impedía ver a su alrededor. Respiró hondo, expulsando el agua que había tragado. Estaba exhausto y aterido por el frío.

Con gran espanto, oyó un nuevo ronroneo y las olas se agitaron de nuevo. El agua se rizó a su alrededor, formando inmensas montañas que se precipitaron sobre él. De nada sirvieron los alaridos de pánico ni el chapoteo frenético con piernas y brazos,  la corriente lo arrastró de nuevo al fondo del mar.

Karim perdió el conocimiento. Todo terminó.

Cuando abrió los ojos, apenas logró distinguir las figuras que se movían difusas a su alrededor. Entonces se percató de que alguien le estaba practicando la respiración artificial.

—¡Ha vuelto en sí! —gritó una voz a lo lejos, aunque la mujer se encontraba justo a su lado.

Sacó una pequeña linterna y la encendió para comprobar sus pupilas. Karim se quedó ciego momentáneamente, pero estaba tan aturdido que apenas logró emitir un gemido lastimero.

—Tranquilo, la ambulancia ya está de camino. —Él no respondió. Su cabeza estaba tan embotada que no lograba hilar una simple frase de agradecimiento—. ¡Qué suerte has tenido! ¿Cuántos erais en la patera?

Siguió sin contestar, pero lloraba y temblaba, sacudido por los fuertes sollozos. Todos habían muerto, él era el único superviviente. ¿Dónde estaban ahora las ilusiones, el anhelo y la esperanza de una vida mejor?

—Cálmate y bebe esto. Te calentará el cuerpo —ordenó mientras le cubría los hombros con una gruesa manta y ponía en sus manos una taza de té.

La ambulancia llegó precedida con su séquito de luces y sirenas. Le ayudaron a subir y lo acostaron en una camilla.

A pesar de la tragedia, un atisbo de felicidad le embargó. Al fin y al cabo, estaba milagrosamente vivo. ¡Qué curiosa coincidencia que la joven japonesa que le había devuelvo a la vida se llamara precisamente Ikiru! ¡Vivir!

Este relato sólo es una pequeña gota de agua en las innumerables desgracias. Cada noche, la marea se lleva miles de sombras, inmigrantes que viajan sin equipaje y sin billete, sólo cargados con una gran ilusión que muere en la orilla: la de llegar a una tierra mejor.

La tragedia se repite y nadie tiene intención de ponerle punto y final. El mar sigue cobrándose el viaje en vidas humanas. Sus muertes no deberían quedarse como
números sin rostro y sin mensaje; no deberían convertirse en papel mojado.


7 comentarios:

Hancastera dijo...

T.T que bonita y triste a la vez.
Mi único consejo sería que no pongas el nombre del protagonista tan repetidamente, pon pronombres.
Solo eso, está genial, muy bien narrado.
Se nota que te ha llevado tu tiempo y que has investigado los sitios.
Muchísima Suerte
Besitos ^.^

Escritora dijo...

A mi me ha gustado mucho. Es interesante, y esta muy bien narrado.
Besos n.n

mientrasleo dijo...

Me ha gustado mucho, coincido en lo de aparecer el nombre demasiadas veces.
Y donde dice este relato es una muestra, no pone desgraciadas y debería de ser desgracias?
Un relato bárbaro, de verdad.
Besos

Nuemiel dijo...

Es cierto, es una errata ^^U Gracias por avisar.
Y gracias de nuevo por los comentarios y sugerencias.
Saludos ;)

Alice dijo...

Hola guapa!!

Me ha gustado el tema, y creo que gustará mucho el punto de vista que has escogido.

La narración es perfecta, la verdad es que no tengo que decirte nada sobre ella, jejej, asi que te deseo mucha suerte!!

Realmente es un tema muy actual, y como dice Hancastera, se nota que has investigado y que lo has trabajado.

Un besito!!!

Ya nos contarás que tal!!!

Anónimo dijo...

Interesante, se comprende la intención y limpieza del relato, el cual pretente invitar a la reflexión partiendo de los periplos de la inmigración, los riesgos, la tragedia.
Sentir la impotencia el sentir la muerte y querer vivir, por otro lado no se olvida los rostros las historias que pudieron ser de los que no sobrevivieron... muy bueno me gusto...

Patry dijo...

Es tan genial... *---* Escribes genial, yo también escribo pero siempre lo acabo dejando por falta de ideas xD Al menos tus relatos valen la pena *-* Este especialmente me ha gustado mucho.