Julya se quitó los tacones en cuanto llegó a casa y empezó a subir las escaleras sin hacer el menor ruido. Todo estaba a oscuras y en silencio. De repente se escuchó un resbalón y un tropiezo sordo.
—¡Shhh! —protestó July—. No queremos que nadie nos oiga.
—Lo siento…
La chica le cogió la mano y fueron subiendo pasito a pasito sin hacer ruido. Una vez arriba se metieron en el vestidor, cerraron la puerta y encendieron la luz.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Alex con una sonrisa.
—Tengo que quitarme este vestido y cambiarme —dijo July mientras abría el armario, dándole la espalda.
—En eso puedo ayudarte.
La calidez de sus palabras acarició su nuca. Alex enroscó los brazos en torno a su cintura y la atrajo hacia él, inclinó la cabeza y deslizó los labios por su cuello, dibujando dulces besos en su piel. July se estremeció y sintió cómo el vello de los brazos se le erizaba.
—Aquí no. Tenemos que irnos, ¿recuerdas? —le reprochó, pero sonó muy poco convincente—. Vamos, ayúdame con la cremallera.
Alex sonrió con picardía. Cogió uno de los extremos de la cinta que rodeaba su cintura y tiró hasta deshacer el lazo rosa. Luego, con dedos hábiles, bajó la cremallera, dejando al descubierto su espalda. July dejó caer el vestido y este se deslizó hasta el suelo con la misma delicadeza que una flor de cerezo. Se dio la vuelta y con una sonrisa se abrazó a él.
—Este conjunto es nuevo —comentó Alex, deslizando las yemas de los dedos por su columna. Al final July levantó la cabeza, se puso de puntillas y le besó. Él apoyó las manos en sus caderas, atrayéndola, y ella le rodeó el cuello con los brazos. Se separaron un breve momento para recobrar el aliento. July se arrimó a su oído y…
—¡Shhh! —protestó July—. No queremos que nadie nos oiga.
—Lo siento…
La chica le cogió la mano y fueron subiendo pasito a pasito sin hacer ruido. Una vez arriba se metieron en el vestidor, cerraron la puerta y encendieron la luz.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Alex con una sonrisa.
—Tengo que quitarme este vestido y cambiarme —dijo July mientras abría el armario, dándole la espalda.
—En eso puedo ayudarte.
La calidez de sus palabras acarició su nuca. Alex enroscó los brazos en torno a su cintura y la atrajo hacia él, inclinó la cabeza y deslizó los labios por su cuello, dibujando dulces besos en su piel. July se estremeció y sintió cómo el vello de los brazos se le erizaba.
—Aquí no. Tenemos que irnos, ¿recuerdas? —le reprochó, pero sonó muy poco convincente—. Vamos, ayúdame con la cremallera.
Alex sonrió con picardía. Cogió uno de los extremos de la cinta que rodeaba su cintura y tiró hasta deshacer el lazo rosa. Luego, con dedos hábiles, bajó la cremallera, dejando al descubierto su espalda. July dejó caer el vestido y este se deslizó hasta el suelo con la misma delicadeza que una flor de cerezo. Se dio la vuelta y con una sonrisa se abrazó a él.
—Este conjunto es nuevo —comentó Alex, deslizando las yemas de los dedos por su columna. Al final July levantó la cabeza, se puso de puntillas y le besó. Él apoyó las manos en sus caderas, atrayéndola, y ella le rodeó el cuello con los brazos. Se separaron un breve momento para recobrar el aliento. July se arrimó a su oído y…
Abrió los ojos de par en par. Estaba asustada y con el corazón en un puño. Miró en todas direcciones, el despertador continuaba pitando. July corrió a levantarse y lo apagó. Luego se volvió a tumbar sobre las sábanas deshechas. Dejó una mano sobre la frente sudorosa y con la otra se frotó los ojos. Lentamente los latidos regresaron a la normalidad.
—Buff —resopló y clavó la mirada en el techo—. Va a ser imposible quitármelo de la cabeza…
Estoy perdida. Cerró los ojos de nuevo.
—¿Y qué narices hacía con un vestido rosa?
El resto de alumnos pasaban por delante sin reparar en ella, aunque poco le importaba; esa mañana se había puesto guapa por él, sólo para él.
Soy ridícula... Cómo puedo ser tan débil como para seguir pensando en él...
El reloj indicaba que eran las nueve menos cuarto, pero Lex seguía sin aparecer. Resignada, se reclinó en el banco, centró la atención en los apuntes y empezó a memorizarlos.
El reloj indicaba que eran las nueve menos cuarto, pero Lex seguía sin aparecer. Resignada, se reclinó en el banco, centró la atención en los apuntes y empezó a memorizarlos.
Cuando estaba absorta en las ecuaciones de física, un movimiento blanco hizo que levantara la mirada justo a tiempo para verle avanzando por el pasillo. Alex vestía sus acostumbrados pantalones marrones devoradores de deportivas y la ya conocida camiseta blanca de Don Limpio. No era una de las favoritas de July, pero no podía evitar desear abrazar su cuerpo y no soltarlo nunca, envuelta eternamente por su fuerte abrazo y embriagada por el aroma que desprendía su piel.
Julya parpadeó, regresando a la realidad, aunque algunos retazos de sus ensoñaciones continuaban nublando su mente como una nube ponzoñosa. Dulce nube... Aunque si llegaba a abrazarle, con toda seguridad dejaría media cara impresa en su pecho, y a nadie le gustaba quitar maquillaje... Descartado totalmente.
Lex la vio sentada en el banco y se acercó. July sonrió al mismo tiempo que saludaba y se quitaba el auricular derecho.
—¡Hola!
—Hola —correspondió, deteniéndose con una mano en el bolsillo y la otra sujetando la carpeta—. ¿Qué haces aquí?
Era una pregunta bastante estúpida teniendo en cuenta que estaban en la semana de examenes. ¿Qué otra cosa iba a hacer?
—Repasando física, como todos. —Esbozó una sonrisa, mostrando las fotocopias. Él las miró como si fuera la primera vez que oía hablar de la física—. ¿Qué tal lo llevas?
Lex resopló con una sonrisa de medio lado, apoyando la espalda en la pared.
—Ahí voy...
—Tirando —completó ella—. ¿Pero bien o mal?
—Bien, bien... He estado hincanco codos.
Se quedó pensativo y abrió su carpeta para sacar su propio formulario.
—¿No será una chuleta, no? —rió July—. Estaría bien que nos dejaran usarlo.
—No, sólo es para repasar —explicó como si fuera tonta.
Era una broma, ¡so idiota! ¡Que a veces te lo tomas todo literal!
Julya evitó entrecerrar los ojos, molesta. Odiaba que la tratara así. Ta sólo intentaba ser simpática y mantener una conversación amistosa. El señorito siempre tan agradable...
Al segundo, Alex saludó a un chico que llegaba.
—¡Eh, colega! ¿Qué tal?
Se estrecharon la mano como si fuera un saludo secreto. A continuación le dio una palmada en el hombro y se alejaron juntos; Lex no miró atrás.
Julya puso su mejor cara de póker, pero en realidad estaba triste, muy triste. En su interior tenía ganas de llorar, aunque sabía que jamás derramaría una sola lágrima por él; no lo hizo cuando rompieron y no iba a empezar ahora.
De todas maneras, necesitaba estar con alguien porque en esos momentos se sentía terriblemente sola y estúpida. Giró la cabeza hacia la derecha, buscando entre el torrente de estudiantes a alguno de sus amigos, aunque a quien más deseaba ver era a Nathan; necesitaba uno de sus abrazos con urgencia. Pero, a pesar de que quedaban cinco minutos para empezar el examen, no vino nadie.
Julya agachó la cabeza, disgustada, y decidió centrarse en las estúpidas fórmulas que tenía ante sí. Odiaba perder el tiempo en cosas que no le iban a ayudar a corto plazo. Y, lo peor de todo, odiaba sentirse perdida.
Al cabo de un minuto, vio a Xavier. No era precisamente el santo de su devoción, pero era un buen chico; mejor que nada.
July guardó los apuntes, apagó el mp4 y lo metió en su funda. Alzó una mano como saludo cuando el chico pasó junto a ella.
Al cabo de un minuto, vio a Xavier. No era precisamente el santo de su devoción, pero era un buen chico; mejor que nada.
July guardó los apuntes, apagó el mp4 y lo metió en su funda. Alzó una mano como saludo cuando el chico pasó junto a ella.
—¡Hola! —sonrió alegremente—. ¿Cómo lo llevas?
Jul se dio cuenta de que parecía tan apagada como realmente se sentía. Estaba cansada y no tenía fuerzas ni para fingir alegría.
—Bien —respondió. Pareció darse cuenta de sus pocos ánimos, pero no comentó nada. Al fin y al cabo, no eran amigos, apenas había confianza.
Xavier localizó a un amigo suyo y fue a saludarle.
Xavier localizó a un amigo suyo y fue a saludarle.
Julya se puso en pie, acomodándose el bolso en el hombro y alisando la chaqueta, borrando el rastro de cualquier pliegue. Se aproximó al corrillo de chicos en el que Xavier no dejaba de parlotear, y se unió a la conversación. Como era de esperar, no hacían más que hablar de electrostática, campos magnéticos, ejercicios y fórmulas de física.
—Sólo espero que no lo pongan demasiado complicado —comentó George.
En ese momento se acercó Alex. July procuró ignorarle, tal y como había hecho con ella.
—¡Yo estoy muy motivado! —exclamó Xavier, ajeno al nuevo miembro del grupo—. He estudiado mucho y creo que va a ser fácil.
—Ojalá todos pensaramos lo mismo... —La ocurrencia de George provocó una serie de risas.
—Yo también estoy motivado —dijo Lex, siempre metiendo baza—. Hasta que me pongan el examen delante, ¡jaja!
Todos sonrieron y Julya se vio obligada a hacer lo mismo por pura cortesía. Algo hastiada, desvió la mirada hacia la derecha, en busca de Nathan, pero en su lugar vio a Andrew. Entonces esbozó una sonrisa. ¡Por fin una cara amiga! Se apartó del grupo y acudió a su encuentro.
—¡Eres un tardón! —exclamó con una sonrisa.
—Hola... —comentó, distraido.
—Pareces concentrado. ¿Le estás dando vueltas a la física, no?
—Sí...
Con un gesto de la cabeza, le indicó que el profesor había llegado y empezaban a entrar en clase. Ambos se pusieron a la cola.
Julya procuró no mirar la espalda de Lex; pero le gustaría tanto abrazarse a ella.
Julya procuró no mirar la espalda de Lex; pero le gustaría tanto abrazarse a ella.
¡No seas estúpida! ¡Reacciona de una vez!
—¿Y el trabajo?
—¿Qué? —dijo ella, distraida, dándose la vuelta.
—El de señales —insistió Andy.
—En casa. Mañana lo entrego.
—Lo entregamos —corrigió con su habitual seriedad—. Quería que me lo enseñaras...
—¿Al final vienes? ¿Te vas a presentar?
—No, sólo voy por el trabajo. Aunque preguntaré si el examen es obligatorio. Si es así, firmo y me largo.
—Lo mismo que yo. —Esbozó una fugaz sonrisa—. Esta tarde te paso el trabajo.
Si supieras que aún no lo he empezado...
Les tocó el turno de entrar en clase, pero el profesor interpuso un brazo, impidiéndoles pasar.
—Entra tú —ordenó, señalando a July. Ella asintió y obedeció.
Una vez dentro, se apresuró en sacar de la bolsa un par de bolígrafos, corrector y la calculadora, luego dejó el resto en un rincón. Enfiló por la clase hasta encontrar un sitio libre casi al fondo; por desgracia, estaba a dos metros escasos de Alex.
Mierda... Ocultó su rostro con una cortina de pelo.
—¿Todos tenéis un folio delante? —preguntó el profesor, captando la atención de los alumnos, quienes asintieron. Entonces empezó a repartir el examen, recordandoles que no hicieran algo estúpido, como copiar o pasarse las hojas en sucio con las respuestas.
—Hay algunos que están en el punto de mira, así que no os la juguéis y contestad lo que sepáis —continuó con las advertencias—. El examen es fácil, ¡seguro que os sale bien! Las preguntas son de los ejercicios de clase, ¡no os quejaréis! Ayer tenía fiebre, así que no me apetecía inventarme ninguno, ¡jajaja!
Su carcajada y sinceridad hicieron sonreír a varios, entre ellos a July.
Cogió el examen y lo leyó por encima, clasificando las preguntas según su dificultad. El profesor tenía razón, el examen era fácil. July apartó la hoja de respuestas, no fuera a mancharla sin querer, y empezó a garabatear dibujos, formulas y números en otra, sus uñas chasqueaban sobre las teclas de la calculadora. No tardó mucho en terminar los tres primeros ejercicios, al llegar al cuarto se bloqueó. No recordaba cómo se hacía, aunque sabía que lo había dado en la academia.
Genial... Apoyó la barbilla en la mano izquierda mientras hacía girar el boli con la otra. Su cabeza, lejos de acordarse de las fórmulas correctas, empezó a reproducir una canción mentalmente. Sin poder evitarlo, sus labios susurraron la letra.
Lex cruzó la clase para entregar el examen. July resopló, siguiendo con la mirada su espalda, y se mordió el labio inferior. Odiaba verle y darse cuenta de que se estaba comportando como una estúpida.
No es tuyo, y nunca lo será, por muy bueno que esté. No te dejes engañar por su aspecto. Es un narcisista.
Jul meneó la cabeza y consultó la hora: quedaban unos diez minutos para las once. ¿En serio ha pasado más de una hora y media? Volvió a mirar su examen y se dio cuenta de que poco podía hacer ya, así que decidió pasarlo a limpio para marcharse cuanto antes a casa.
La puerta de la clase se cerró con un portazo; Alex se había ido. Con un poco de suerte, no le vería la semana siguiente. No creía que pudiera soportar su presencia ni un minuto más.
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